En un pasado sobre el que solo las genios cantan, la Maestra de los Oasis se encontró con el Rey de las Arenas Escarlatas.
En una época en la que los reyes luchaban encarnizadamente por el poder, el Rey Deshret decidió compartir su autoridad real con otras dos personas.
Las genios las obsequiaron con un trono repujado de esmeraldas y rubíes para celebrar la alianza forjada entre los tres amigos.
En honor al Oasis Eterno y a las florecientes orquídeas padishá, la Reina de las Flores se adornó con una corona de amatistas.
“Al final, la ‘eternidad’ no es sino una mentira, y la embriaguez y el amor solo erosionan los recuerdos hasta que de ellos no quedan más que sueños fragmentados.
Una vez, me preguntaste por qué siempre andaba suspirando. Deja que esta noche, mientras la luna brilla tan radiantemente, te cuente una historia del pasado.
Eran días de paz, mucho tiempo ha, en los que los emisarios divinos hablaban con los mortales para comunicarles los designios del cielo.
Pero entonces, llegaron intrusos de más allá de la bóveda celeste, causando gran destrucción, invirtiendo los cursos fluviales y extendiendo plagas.
Los intrusos trajeron la guerra a mis parientes pasados, pero también trajeron a esta tierra la ilusión de que el yugo podría romperse.
Sin embargo, quien gobernaba el cielo, temiendo estas vanas ilusiones y avances, hizo llover pilares celestiales para enmendar la tierra, y con ellos destruyó los reinos de los mortales.
Fuimos exiliados uno a uno, despojados de nuestra conexión con los cielos y privados de nuestra vía de aprendizaje.
Desde aquel desastre, me castigaron con la cruel maldición de no poder volver la mirada hacia el cielo. Pero por fortuna, pude mantener mi forma hasta hoy día.
Sin embargo, mi tierra natal me llama constantemente, aunque el desastre entre las estrellas y el abismo ya haya aflorado sobre el cristal.
Escucha mis advertencias: no busques al Maestro de las Cuatro Sombras, no espíes los secretos de los cielos y del abismo.
De lo contrario, lo que seguirá no será más que la desolación y el más amargo final, tal y como demuestran los pilares del castigo divino”.
No obstante, el rey escarlata desoyó las advertencias de su compañera, jurando para sí que haría realidad sus deseos transgresores.
Enjugándole las lágrimas bajo la luz de la luna, le contó a la Diosa de las Flores sus propios anhelos.